En los extremos del clima

Yo que me quejaba de que no había cosas que hacer en esta isla y resulta que en el intervalo de una semana, más o menos, ha venido Berto Romero (que me perdí por no afinar la vista con los cartelitos), vendrá el juez Garzón y hoy ha estado con nosotros el hombre del tiempo de Tele5: Mario Picazo.
En la modesta sala de la Sociedad La Democracia de Arrecife, el popular meteorólogo presentó en primicia En los extremos del clima, un programa que será emitido dentro de poco, aunque aún no se saben fechas exactas ni si será en Tele5 o en Cuatro. Vino con su familia y sus cinco hijos, lo que me hace reafirmarme en mi suposición de que el pago por las cosas interesantes que se organizan aquí es una semanita de hotel con todos los gastos pagados.
Supuestamente se trata de una fórmula innovadora, que comparte con su amigo y realizador Oriol Gispert. En mi modesta opinión, Picazo aparece un poco como Samantha Villar y un poco como El último superviviente, sí, sí, ese que come bichos y se bebe sus orines. De momento Picazo no llega a esos extremos, pero sí que enseña el culete en una escena en la que somete su cuerpo desnudo al shock de salir de una sauna a 90ºC para tirarse sobre la nieve, a unos -45ºC.
El programa piloto inicia lo que pretende ser una serie de episodios en los lugares con climas más adversos de la Tierra, pero centrándose en el factor humano. En este caso se han ido a la región habitada más fría del mundo, Saja, Rusia. El popular hombre del tiempo se embarca en una aventura por una carretera helada durante el invierno (desde septiembre hasta mayo) por la que no se puede circular en verano (nieve derretida, fango…). En ese contexto los móviles se quedan sin convertura y a menos que se cuente con un teléfono satélite, como no era el caso, se corre el riesgo de quedarse varado en medio de la nada y morir de congelación.
Se puede ver a Picazo montando en trineo, bañándose en un lago helado, pescando al estilo de los osos polares de los documentales (haciendo un agujerito en la superficie helada de un lago).
En una población de 900 habitantes, 1/3 son jóvenes y niños. Debido al frío, los recreos son en los pasillos del colegio, donde los niños corretean y dibujan el juego del teje. También hay discotecas, donde todos se conocen y, según dicen, por eso mismo es imposible ligar. Hay momentos de vodka, para matar el frío, de festivales de música de pueblillo con su particular Joselito, y su abuela que canta hasta que el micrófono decide dejar de funcionar. También cuenta con otros ingredientes curiosos como la señora que practicamente vive en la cocina y tiene por misión ofrecer alimentos energéticos a su prole, la niña adorable que moquea mientras sorbe la sopa o el interprete asiático que se queda dormido en cualquier parte.
Pero me quedo con algunos detalles curiosos. Por ejemplo, allá los termómetros son de alcohol, puesto que el mercurio se congela creo que a -30ºC (en este pueblo se ha llegado al record mundial de -71ºC). Las vacas se ordeñan en verano y la leche permanece congelada en bloques para irse usando durante el invierno. El único acceso por telecomunicaciones al «mundo exterior» es la televisión, donde sólo se ven unos pocos canales de televisión rusa. Usan guantes de perro y comen carne de caballo, incluso grasa de caballo a secas, y helados de mora, y unas infusiones frutales presuntamente afrodisiacas. Además tienen una especie de letrina como baño, bastante alejada de su casa, en la que se puede apreciar, en fondo del agujero, toda la porquería congelada. Y oigan, en su micromundo blanco y gélido, no parecían tener depresión, ni síndromes de esos que son tan típicos de nuestra sociedad postmoderna. Se veían incluso felices.
El toque de humor vino cuando el interprete, previo chutazo de vodka, le pregunta a Picazo si las mujeres españolas son tan calientes como se dice, a lo que el presentador respondió con una poker face. Las mujeres de allá, según sus hombres, son muy hogareñas y dedicadas al cuidado de la familia.
Por último, resulta interesante el detalle de que en ese lugar la tierra es gratis, en ese sentido, no existe propiedad privada hasta que cualquiera decide construir ahí una casa. En cuanto a la economía, al parecer usan bastante el trueque.
En la ronda de preguntas preguntaron por el cambio climático. Picazo contestó que, si bien todos los fenómenos que los medios achacan al cambio climático no son fruto de éste, o al menos no hay evidencias científicas que lo demuestren, sí que existe. Por ejemplo, en el lugar de Rusia donde se desarrolla el programa los habitantes han notado un cambio en las estaciones. El verano se ha incrementado hasta tal punto que, de durar un par de semanas, ha pasado a durar un par de meses. Aunque, en su caso concreto, seguro que lo agradecen.

Interesante, entretenido y gratis. Y casi público. Qué triste, ¿no?.

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